miércoles, 3 de febrero de 2016

Nunca fuimos a Lobezna


Desde su oclusivo prisma adolescente y como miembro de la familia Cervera, Alberto nos sumerge sin desánimo ni acritud en los hirientes vaivenes que sufre su padre, un milico desahuciado intentando sobrevivir sin renegar de su absurdo e inútil orgullo castrense. Amparado, con ácidas reticencias, por sus dos hermanas mayores, comienza a establecer una esfumada radiografía del contexto que vive en primera persona. Esa atmósfera asfixiante y sombría, empero, se ve renovada con la aparición espectral del vaticinado novio para la mayor de sus consanguíneas. Reflexivo y astuto, el joven muchachito se irá desgranando entre la fantasía y una realidad ciega y turbadora, quedando atrapado, ya para siempre, en ese páramo sin límites ni horizontes donde habrá de anhelar, desde el amorfo presente, un pasado tan dudoso como su particular y azaroso mañana

martes, 28 de abril de 2015

La sombra de las sabinas. Novela.

Por razones diversas y onerosas, la familia Dólera escapa de la ciudad para emprender sus vacaciones estivales. Atrás quedan los ánimos, las inquietudes calladas, ilusiones carentes de fundamento y muchas esperanzas que se verán aplazadas durante cuatro largos meses.
Con válidas excusas que confluyen en lograr una segunda vivienda como síntoma de bienestar y para el descanso durante épocas, emprenden un viaje interminable que les lleva hasta un poblacho casi irreal, habitado por fantasmas vivientes.
En aquella nada sin nombre, empero, descubren la inusitada soledad y el gélido desasosiego que les acompaña como un lastre inevitable. Expectante, la familia llega a sufrir una confusión alucinatoria para despertar cuando el orondo Soto Páez, alcalde de aquel vasto e inhóspito paraje, aparece como una esperanza prometedora.
Ellos buscan o buscaban una casa, la segunda vivienda lejos de la urbe cotidiana, y Soto Páez, conciliador, les acoge en su inesperada morada para invitarles a una cena mientras les habla de la villa que sí pueden adquirir y está en venta.
Así comienza una extraña aventura estival como prólogo al reconocimiento del universo que los Dólera simbolizan, embrollándose de a poco con la población autóctona demarcada por unos seres que sobreviven tal vez sin saberlo.
La confluencia de ambos mundos, el que los Dólera representan y el hallado en un contexto salvaje, se inicia con las primeras amistades que viran en torno a la hacienda recién adquirida, siempre acompañados por el afable y soltero regidor como fiel acompañante y amigo.
Vacilando por momentos, Javier Dólera y su hermano Carlos aceptan el absurdo desafío impuesto por ellos mismos, resolviendo la dudosa convivencia con aquellos pocos y zafios lugareños.
Sin planes de antemano, la familia Dólera se sumerge en un retiro donde les acechan las tentaciones y un abanico de infamias soterradas que pronto se aúna con las de ellos. La tranquilidad esperada y el descanso se tornan en una aventura desmedida, cediendo a las pasiones más descabelladas para descubrir, en algunas horas de forzosa reflexión, los verdaderos sentimientos que han ido atesorando desde siempre.
Así transcurre  un tiempo que no miden los relojes y es empleado para la enfática simbiosis que les conduce a un desafío tras otro, cediendo frente a sí mismos para aceptar un destino y una impávida voluntad de existir.        

martes, 30 de septiembre de 2014

HISTORIA PARA UNA FOTOGRAFÍA

En su casa de negocio, destinada al mundo de la fotografía, Ayala se muestra ajeno y desconocedor de la sordidez que le rodea. Afable y solícito, paternal y solitario, su existencia transcurre apaciblemente, expendiendo bobinas, máquinas, objetivos, proyectores de diapositivas y complementos diversos.
Conoce, desde joven, cuando llegó en calidad de mucamo, la dinámica de los clientes, el rutinario pero intrigante proceso de los revelados, la indecisión a la hora de adquirir una cámara fotográfica, a los muchos aficionados que van surgiendo día a día sin ambiciones profesionales.
A última hora, una tarde de otoño, el último cliente, foráneo a la sazón, entra con sospechosas intenciones portando un misterioso carrete que precisa de discreción y una imposible complicidad por parte de Ayala. Material escabroso, moralmente comprometido, con indicios de ilegalidad que suscitan controversia. Finalmente, diluyendo la reprobación, aquello queda dentro de un sobre para su revelado.
Al día siguiente, mientras un muchacho espera para recoger las fotografías, el laboratorio, mediante su repartidor, informa que la bobina no puede ser procesada por tratarse de un material impudente.
La inquietud se diluye, acaso, hasta que días después una mujer joven irrumpe en el comercio de Ayala y le muestra la fotografía de un joven, aseverando que éste ha sido su amante. Extrañado y resuelto a conocer los pormenores, Ayala acompaña a la intrigante damisela hasta una cafetería donde ella le narra la versión de su aventura con el muchacho.
Repleto de extrañeza, cuando el joven aparece en la tienda para revelar un carrete fotográfico, Ayala estima oportuno hablarle de la mujer que fue a buscarlo y le imputó una conducta denigrante.
Obligado a su propia defensa, el muchacho se hace acompañar por Ayala hasta la misma cafetería para narrarle la verdadera, confusa aventura que mantuvo con ella. 

jueves, 26 de junio de 2014

El galeno y la infamia - Entrevista Canal Amarante



Entrevista realizada en Salamanca para el Canal Amarante. 

Presentación de la novela y comentarios de amplio relieve sobre el panorama actual de la narrativa contemporánea. 
El escritor don Carlos de Tomás plantea una ubicación contextual de la obra en el marco de la editora, ampliando la misma con un análisis general que vislumbra la latente y aún heterogénea Generación de nuevos escritores españoles.

Entrevista -YouTube





El galeno y la infamia


El doctor Montaña emerge inesperadamente como testigo de un paciente misterioso. Daniel Alcampo, astuto y joven es el universitario que acude a la consulta aquejado de una lánguida depresión no exenta de insomnio. Preguntas y respuestas de rigor constituyen el perfil médico establecido casi maquinalmente.

Luego del diagnóstico y el tratamiento, paciente y doctor descubren formas curiosas de la desconfianza, forzados a un juego de hipocresía y disimulo que va más allá de lo previsto. La experiencia se impone sobre una sumisión que fluctúa entre la mera cortesía y el desencanto, sin ánimo de crítica o juicio por ambas partes.

El trasfondo empieza a dibujar la casi irreal existencia de un baño turco supuestamente recién inaugurado en la ciudad. Entre mitos y encubrimientos, la curiosidad va llamando a las mentes joviales con una premisa exótica: muchachas jóvenes que se exhiben en una especie de piscina climatizada.

Como santo y seña, el rumor se esparce por la ciudad con su aspecto sugerente, atrayendo en un modo ladino a los jóvenes curiosos, esa población mimética y resuelta a las aventuras lúbricas.

Pero la realidad esconde una forma de la infamia insospechada por todos, vergonzosa y furtiva, valorada como gozosa en el mismo pudor que la defiende.

Así, con desleídos vestigios de la breve anécdota ciudadana, el doctor Montaña inicia su propia indagación empujada por la inquietud que suscitan los comentarios al respecto, transformándose en un espía del lugar y los hechos.

Silenciando el resultado de sus pesquisas, otra vez en su consulta, atribuye una historia al último paciente joven al descubrir con la mirada los elementos, a modo de ornato, que el muchacho muestra distraídamente. Y la historia, lejos de ser una conjetura, resulta el calco de otra que cotidianamente protagoniza el enigmático Daniel Alcampo, un nombre y apellido deliberadamente quimérico para proteger la verdadera identidad, también descubierta por Montaña, del universitario que forzosamente se encubre para defender su dignidad y el prestigio de sus afamados progenitores. Editorial Amarante

martes, 26 de febrero de 2013

Una asistencia jovial y comprometida


Con frecuencia olvidamos que los jóvenes son los más importantes partícipes de un evento literario. Aportan su flamante visión del mundo, asumen nuestro legado como una herencia propia y merecida, y se muestran expectantes no tan sólo a la madurez de ideas, sino al germen de las mismas. Las inquietudes se expanden en una infinita gama de matices, más allá de que puedan o no participar de tales ideas, de los mismos planteamientos, de esa denuncia oclusiva, casi siempre turbia, que implica el ejercicio de la narrativa. Entre ellos se encuentran los sucesores de nuestro individual universo, forjando el suyo como un tributo incansable a la vasta literatura universal. 

Presentación A un difunto desconocido


El jueves 21 del mes presente tuvo lugar la presentación de mi novela A un difunto desconocido, evento que bien ofreció mi estimado amigo y escritor Vicente Cuenca Rueda. Como autor, mi satisfacción estriba no tanto en el número como en la calidad de los asistentes. Cuando éstos, además, son jóvenes y muy allegados, la cordialidad y empatía juegan a favor, transformando la causa en una reunión tan afable como emotiva. La concisa pero detallada exposición de esta novela breve, muy densa y dramática, suscitó interés, asombro, admiración y no pocas preguntas al respecto. En el más honroso contexto donde un autor puede hablar de sus escritos y ficciones, la egregia Expolibro (Diego Marín) nos abrazó, viéndonos rodeados de las más célebres obras literarias de todos los tiempos. En esa atmósfera donde flotan las profundas reflexiones de Pío Baroja, Miguel de Unamuno, Jorge Luis Borges, William Faulkner, Thomas Mann, Franz Kafka, Miguel Ángel Asturias y tantos otros, tuvo lugar este encuentro inolvidable y desde luego trascendental.